En Thunderbolts, Yelena Belova se posiciona como el corazón emocional del grupo, y no es casualidad que sea ella quien protagoniza los momentos más intensos de la película. A diferencia de otros miembros del equipo, su viaje no es solo físico, sino profundamente psicológico. El enfrentamiento con el Vacío, ese reino mental y distorsionado donde el pasado y el trauma se entrelazan, sirve como catalizador para enfrentar aquello que ha evitado toda su vida: su culpa.
Todo comienza de forma casi accidental, cuando Yelena toca la mano de Bob y queda atrapada en una visión. Lo que inicia como una experiencia involuntaria con el paso de los minutos de película se convierte en una decisión consciente: ella vuelve al Vacío por voluntad propia, decidida a atravesar sus peores recuerdos para rescatar a Bob y enfrentarse a sus propios demonios.
Entre todas las imágenes distorsionadas, hay una que la persigue más que ninguna: la muerte de una niña inocente, una víctima del pasado que Yelena nunca pudo olvidar. En este artículo vamos a explorar en detalle cuál fue esa prueba final que consolidó a Yelena como una verdadera Viuda Negra en Thunderbolts, y cómo enfrentarse al Vacío redefinió no solo su papel en el equipo, sino su identidad como heroína.
Anya, otra de las chicas de la habitación roja
Anya fue una de las jóvenes que compartió tiempo en la Habitación Roja con Yelena Belova. Aunque ambas se formaron bajo la misma disciplina, sus destinos dentro del programa fueron muy diferentes. Mientras Yelena fue seleccionada para ser una de las asesinas más mortales, Anya parece haber sido tratada como un peón dentro de la maquinaria de la Habitación Roja. En lugar de ser entrenada como una asesina élite, se sospecha que su vida era más parecida a la de muchas de las chicas que pasaban por ese programa, con una existencia controlada y limitada.
Lo curioso es que el nombre de Anya ya había sido utilizado anteriormente en el Universo Cinematográfico de Marvel, en el episodio «El Techo de Hierro» de Agente Carter. Allí, conocimos a otra joven Anya, quien también formaba parte de la academia de la Habitación Roja, entrenando junto a Dottie. Esta Anya, en su lucha por sobrevivir, comparte una escena conmovedora con Dottie, hasta que, en un giro fatal, Dottie le rompe el cuello durante un combate de práctica, matándola de inmediato.
A pesar de esta muerte en el pasado, parece no haber ninguna conexión directa entre esta Anya y la figura que aparece en los recuerdos de Yelena. Es posible que, luego de la prueba final de Yelena, Anya se haya convertido en un símbolo de las muchas vidas perdidas a lo largo de su tiempo en la Habitación Roja, donde la muerte y el sacrificio eran el pan de cada día.
La última prueba de Yelena es una lección contundente
La vida en la Habitación Roja no era fácil para Yelena Belova, y la última prueba de Yelena, al igual que las demás que le fueron impuestas, fue cruel y despiadada. Una noche fatídica, Yelena recibió la orden de acompañar a su amiga Anya al bosque, en lo que parecía ser una salida inocente. Cuando Yelena y ella llegaron lo suficientemente lejos, el cuidador de Yelena apareció y, sin previo aviso, disparó a Anya en la cabeza, matándola al instante.
Este asesinato, lejos de fortalecer la amistad entre Yelena y su compañera, se convirtió en uno de los momentos más dolorosos de su vida. Aunque la misión fue ejecutada con éxito, el peso de la muerte de Anya quedó grabado en la mente de Yelena. La prueba final de Yelena, que aparentemente debía consolidar su lugar como asesina dentro de la Habitación Roja, resultó ser una lección de sacrificio y dolor, algo que nunca logró quitarse de encima. Algo que solo se le ocurriría a mentes retorcidas como la de Cassandra Nova.
Con el paso de los años, Yelena no pudo evitar recordar a Anya, un rostro que se le apareció una y otra vez en su mente. Fue solo después de una charla profunda con el Guardián Rojo que comenzó a comprender el verdadero impacto de lo sucedido. El Guardián Rojo le ayudó a ver que Anya no era más que una niña atrapada en las mismas circunstancias, y que ella también merecía un descanso. Aunque Yelena aceptó que nunca podría olvidar lo ocurrido, ya no tendría que cargar con ese peso sola.